“El Gran Juego” en la crisis venezolana
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Por Hugo Rivas*
“El Gran Juego” en la crisis venezolana
 
Arthur Conolly, oficial del servicio secreto británico, denominó The Great Game (El Gran Juego) a las acciones relacionadas con la disputa entre Rusia y el Reino Unido, por el control de Asia Central y el Cáucaso durante el siglo XIX. Luego, la expresión “El Gran Juego” se popularizó por medio de la novela Kim de Rudyard Kipling. Pero aquella vieja disputa lejos de terminar se inauguró la primera gran campaña militar del siglo XXI, la intervención en Afganistán y en este día tensiona al máximo a Ucrania.

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Fecha:12/03/2014 12:23:00 
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Pero este “Gran Juego” ya no es solo euroasiático sino que se ha globalizado, continuado por EE.UU. -junto a Inglaterra- por un lado y, por el otro, una Rusia que retorna al centro de la escena mundial más un nuevo y gran jugador, la milenaria China.
Así, para entender la actual situación venezolana, no podemos dejar de tener en cuenta el contexto internacional que atraviesa el conflicto interno, es decir, los intereses petroleros y la acción desestabilizadora norteamericana sobre al gobierno de Maduro como antes ocurría contra el mismo Chávez, lo cual esta completamente comprobado por las fugas de información que el gobierno norteamericano ha sufrido en los últimos años.
Pero, así como se opera contra el gobierno venezolano, tampoco podemos perder de vista el respaldo tanto de Rusia como de China al proceso bolivariano. Por lo tanto, esta disputa venezolana es también internacional y tiene un final abierto.
La acción de Rusia es la más dura y parece ser la misma que ejerció en Siria, lo cual marca la decisión de no permitir más los asaltos de EE.UU. a terceros países cerrando el ciclo de la hegemonía absoluta de esta superpotencia.
Para Putin, el poder no es un objeto que se posee, sino una acción que nace de la voluntad de imponerse y el arsenal nuclear que aún posee la Federación Rusa le permite ejercer una fuerte presión en la escena internacional, incluso más decidida que en los tiempos de la URSS, ya que la “nomenklatura” estaba siempre predispuesta a los intercambios de favores con las potencias occidentales, a favor del statu quo interno del imperio soviético. Putin, en cambio, ha demostrado una fuerza de principios inusitada, lo cual no implica que, en un punto determinado se contenga en favor de un medido pragmatismo pero, por el momento, viene operando de manera sostenida en la desarticulación del llamado Nuevo Orden Mundial.
Entonces, la movilización del crucero misilístico Moskva (Moscú) al puerto de La Guaira para reforzar el poder bolivariano sobre todo el mar territorial venezolano, es una luz roja a cualquier intervención directa militar norteamericana. El Moskva solo no puede contener a una intervención yanqui, pero, si este buque es amenazado, estaremos en una situación peor que la se vivió durante la crisis de los misiles de 1962. Y también es casi seguro que se le esté brindando apoyo de inteligencia ruso –además de cubano- a los bolivarianos como se demuestra en la capacidad de estos de interceptar las comunicaciones entre EE.UU. y sus aliados antichavistas en Venezuela. Un ejemplo de esta capacidad se advirtió cuando la inteligencia bolivariana logró desbaratar el complot para asesinar a Leopoldo López y culpar al gobierno.
China, por su parte, es la potencia más interesada en desplazar a la economía estadounidense de su influencia en Venezuela, a pesar de que su estrategia es la inversa a la de Rusia, así, mientras Putin confronta usando al máximo sus fuerzas, los orientales evitan chocar abiertamente con la Casa Blanca y, especialmente, con el Pentágono. Sabido es que, para China, lo más conveniente es postergar todo el tiempo posible el conflicto abierto con EE.UU. ya que cada año que pasa la correlación de fuerzas se vuelve más favorable para esta súper potencia emergente , de ser posible, buscará imponerse económica y políticamente a nivel global sin disparar un tiro.
El gigante asiático es el mayor consumidor de hidrocarburos del planeta y, por lo tanto, necesita de abundantes y diversificadas fuentes de abastecimiento. Y, si bien, en este momento se han incrementado las compras a Rusia e Irak desplazando en parte a Venezuela y Ecuador, la conducción política del Partido Comunista Chino (PCCh) sabe que debe contar con el mayor número de proveedores y, por eso, le está brindando créditos subsidiados e inversiones al gobierno de Nicolás Maduro. Es posible que el levantamiento impulsado por los aliados de EE.UU., los golpistas del 2002, se realizara justamente antes que el apoyo económico chino modifique la situación interna de los seguidores de Chávez.
Según estimaciones, Venezuela parece tener las reservas de petróleo más grandes del planeta, esto es, cerca de 300 mil millones de barriles y por eso, Caracas es un aliado de altísimo valor para Pequín a mediano y largo plazo. En la actualidad, Venezuela exporta más de 620.000 barriles diarios de crudo a China y, de acuerdo a su forma creciente de operar a lo largo de la última década, trata de comprarse a sí misma, es decir, a empresas estatales chinas radicadas en los países proveedores de materias primas.
Esta nueva distribución internacional del trabajo volcada al océano Pacífico y caracterizada por la discreta pero profunda disputa entre EE.UU y China, continúa siendo para los países periféricos exportadores de commodities, una relación asimétrica y subordinada pero también genera márgenes de negociación interesantes a los estados más débiles. Pero, para Venezuela, es más difícil establecer una política pendular provechosa, ya que si bien existe un importante comercio con Estados Unidos -todavía más importante que con China- la injerencia de este país a sido tan agresiva que deterioró las relaciones políticas bilaterales y solo se mantienen los intercambios por las necesidades mutuas tanto de uno como del otro lado.
Así, en definitiva Washington querría otro gobierno en Caracas y hace todo lo posible para ello, pero a China le sirve este conflicto y le conviene que se sostenga Maduro. Y, por su parte, Moscú compromete su apoyo a Venezuela como una manera de imponer un orden mundial menos hegemónico de parte de Estados Unidos y, de paso, le “devuelve las gentilezas” de los apoyos yanquis a los enemigos de Rusia en Ucrania y en el Cáucaso.
Y esta tensión entre los euroasiáticos (Rusia y China) con los angloamericanos equilibra las fuerzas internacionales y pone la resolución de la crisis venezolana fundamentalmente en manos de los nativos, donde el control del Estado –aunque no absoluto- por parte del gobierno bolivariano, le da la ventaja a Maduro, pero esto no implica para nada que sus adversarios cesen en sus intentos desestabilizadores lo cual, incrementa la polarización y, a su vez, puede llevar a endurecer más la posición del gobierno.

*presidente de Proyecto Sur Paraná
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