La muerte de Andrés Carrasco, mucha bronca y más ganas de seguir luchando
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Municipalidad de Parana

Por Luis Lafferriere*
La muerte de Andrés Carrasco, mucha bronca y más ganas de seguir luchando
 
La sorpresiva muerte del querido Andrés me cae como un baldazo de agua helada y me genera un dolor enorme. Un sentimiento que parece ser compartido por una infinidad de compañeros de ruta, a la mayoría de los cuales ni siquiera conozco pero cuyo dolor expresan en innumerables correos que circulan masivamente por las redes sociales horas después de su fallecimiento.

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Fecha:12/05/2014 10:16:00 
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Pero no es sólo dolor lo que genera su injusta muerte, sino también mucha, pero mucha bronca, y a la vez muchas ganas de seguir luchando.
La bronca tiene que ver con la serie de acontecimientos que se suceden en mi memoria, desde que tomó estado público su invalorable aporte a la lucha y resistencia de los pueblos contra el envenenamiento masivo con agrotóxicos, cuando se informó de los resultados de su investigación, donde demostraba el efecto horroroso que provocaba el glifosato en la malformación de los embriones de anfibios (y por lo tanto, también sobre los seres humanos).
Se trataba de un golpe demoledor de la ciencia sobre las acciones genocidas de la actividad de los agronegocios, que aunque venían siendo denunciadas por numerosas organizaciones sociales y ambientales por el creciente número de cánceres y malformaciones generadas por el rociado generoso del mágico Round up, intentaban defenderse y legitimarse con el falso argumento que no había ninguna investigación que demostrara el efecto nocivo del herbicida estrella de la corporación Monsanto. Desde entonces, ya no podían ningunear a las denuncias contra los agrotóxicos. Carrasco era jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la UBA e investigador principal del CONICET.
A partir de la investigación de Carrasco y su difusión pública, ya nada fue como antes. Y eso generó una rápida reacción del lobby impulsor de los transgénicos y los agrotóxicos, que cayeron como fieras hambrientas sobre el autor de semejante tropelía. Rápidamente las empresas de agroquímicos salieron con los tapones de punta, los abogados de las corporaciones llegaron hasta su laboratorio de la Facultad de Medicina de la UBA con amenazas y patoterismo, y los diarios del poder lobbysta (La Nación y Clarín) desataron una feroz campaña de desprestigio contra el científico que les aguaba la fiesta de ganancias fabulosas a costa de la destrucción del ambiente, de la salud humana y de la vida.
Pero la bronca por la reacción del poder económico contra la investigación de Carrasco no es tan grande, ya que no es novedad que los intereses mezquinos de las corporaciones y de los medios de comunicación a su servicio siempre van a tratar de destruir a cualquiera que se oponga a sus negocios o afecte sus sagrados y egoístas intereses. Actúan en el marco de un sistema social que legitima la búsqueda incesante de ganancias como el principal objetivo del accionar de cualquier agente económico. Entonces, de las corporaciones piratas y genocidas no se puede esperar otra cosa.
En cambio, la bronca mayor que sentimos quienes reconocemos en Andrés Carrasco un ejemplo de científico comprometido con la sociedad (ejemplos que son bastante escasos últimamente) es con los funcionarios del gobierno nacional, quienes ante el descubrimiento que ponía al desnudo las nocivas consecuencias del glifosato y ante el ataque que sufría el investigador, en lugar de salir en su defensa se sumaron al coro de miserables y patéticos serviles del poder para potenciar las críticas y poner en dudas los resultados anunciados.
A la cabeza del servilismo más repudiable se puso el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Lino Barañao, para desacreditar la investigación de Carrasco. También la conducción del Conicet se lavó las manos con los retorcidos argumentos de la falta de publicación en una revista científica internacional, como requisito ineludible para ser considerado “serio” por el establisment científico, quien para defender el poder se pone muy riguroso, pero para justificar lo injustificable (expansión irresponsable de la aplicación masiva de transgénicos y agrotóxicos sin ningún aval científico ni evaluación de impacto ambiental) guardaba un silencio cómplice y acomodaticio.
Tan repudiable como ellos fueron muchos investigadores argentinos que permanecieron en silencio ante los ataques sufridos por Andrés, priorizando la cómoda posición en que se encontraban antes que correr riesgos por la búsqueda de la verdad y la defensa de los intereses de quienes con su esfuerzo y sus aportes sostenían y sostienen la estructura del sistema. Tan repudiable fueron también los que el año pasado armaron un jurado para evaluar su pedido de ascenso en la carrera del investigador (de Principal a Superior), ascenso que rechazaron sin fundamentos serios, pero fundamentalmente sin tener autoridad para realizar tal evaluación. Uno de los jurados era especialista en filosofía budista, otro era un científico ligado a los agronegocios, y un tercero un licenciado en zoología que fue secretario académico de la facultad de Ciencias Exactas durante la dictadura militar en la que hubo 65 desaparecidos.
Esa conducta vergonzosa de quienes deberían defender los intereses de la sociedad argentina, los valores de un ambiente sano, de la salud de la población y de la vida en general, y el prestigio y compromiso de un investigador al servicio del pueblo, y que en lugar de eso atacaban al que lo hacía, provoca una bronca gigante ante la prematura muerte de este gran luchador que fue Andrés Carrasco.
A pesar de todos los ataques de las corporaciones y los medios que defienden sus intereses, de los serviles funcionarios nacionales que traicionan a quienes deben representar, y de la indiferencia cómplice de muchos de sus colegas que miraban para otro lado, Andrés siguió firme con sus convicciones y sus investigaciones, pero además con su presencia solidaria en cuanto lugar del territorio fuera convocado para explicar los resultados de su investigación y ponerse al servicio de quienes resistían desde el llano el avance de los transgénicos y de su compañía inseparable de los agrotóxicos.
No sólo continuó investigando, sino que aceptaba toda invitación a reflexionar sobre el colonialismo del sistema científico-tecnológico del país y su puesta al servicio de las corporaciones. También para asistir a encuentros, seminarios, talleres y conferencias donde era invitado a participar, constituyendo un aporte de enormes dimensiones en la desigual confrontación de los sectores populares víctimas de un proceso masivo de envenenamiento silencioso contra un poder transnacional que contaba y cuenta con el apoyo del estado nacional y el sistema partidocrático.
Por eso además de dolor y bronca, la muerte del querido Andrés también nos da más fuerzas y más ánimo para seguir en la lucha contra el modelo extractivista depredador, lucha en la que él se constituyó en un puntal y referente ineludible, en un investigador de honor y comprometido con su pueblo, en una persona de valores extraordinarios. Seguro que vamos a sentir su ausencia, seguro que vamos a extrañar sus aportes. Pero seguro también que continuaremos firmes en el camino de la resistencia y del cambio de este proyecto genocida, en su honor y en homenaje a las víctimas por las cuales el luchó hasta su muerte.
Como dice Darío Aranda, “Andrés Carrasco, científico y militante: Gracias!”

*Programa de Extensión “Por una nueva economía, humana y sustentable” UNER
Paraná, 10 de mayo de 2014
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