La mayoría de los crímenes de la confesión de Barreiro fueron cometidos antes de la dictadura | |
|
La noticia sorprendió a todos. Para el juez que lleva adelante la megacausa La Perla fue "un episodio novedoso y de muchísima significación". Se trató realmente de un quiebre histórico. Por primera vez, un represor –el ex mayor del Ejército Ernesto Barreiro– ofreció a la Justicia indicar la ubicación de restos de desaparecidos durante los años de plomo. La propia Cristina Kirchner destacó la revelación al encabezar un acto en Morón. El único antecedente de características similares fue el testimonio del ex marino Adolfo Scilingo, quien en 1995 reconoció la existencia de los "vuelos de la muerte", perpetrados por miembros de la Marina. Estos arrojaban sus víctimas desde aviones al fondo del mar. Muchos de ellos habían pasado por el campo de concentración montado en la Escuela de Mecánica de la Armada. La diferencia es que la supuesta información con la que cuenta Barreiro permitiría ponerles nombre y apellido a los muertos. Barreiro, conocido como "Nabo" o "Gringo", fue uno de los represores de "La Perla", en jurisdicción del Tercer Cuerpo del Ejército, comandado por el general Luciano Benjamín Menéndez. Barreiro también es recordado por ser uno de los líderes del primer alzamiento "carapintada", en Semana Santa de 1987. En esa oportunidad, Barreiro se acuarteló en el Tercer Cuerpo de Ejército para evitar declarar ante la Justicia, lo que desencadenó el conflicto. El juez Jaime Díaz Gravier, presidente del Tribunal Oral Federal N° 1, que juzga a Barreiro y otros represores, dijo que los lugares señalados por el procesado fueron tres. Dos dentro del predio de "La Perla", un horno donde ya se encontraron huesos humanos con anterioridad y otro conocido como la cantera "La Ochoa". Y el tercero sería en la localidad de Villa Ciudad de América. En esta última, explicó el magistrado, "no funcionó un centro clandestino". Los nombres dados por Barreiro, que pidió hacerlo sin presencia de público ni de la prensa y a solas con los integrantes del tribunal, fueron 25. En una entrevista a radio Continental, Díaz Gravier explicó que ൜ o 21 de estos nombres serían de personas desaparecidas y ejecutadas antes del 24 de marzo de 1976". El dato pasó desapercibido para muchos. La revelación de Barreiro implicaría crímenes cometidos durante el gobierno peronista de Isabel y cuando "La Perla" todavía no había empezado a funcionar como el centro de terror cordobés que le daría triste fama. Díaz Gravier aclaró que en el proceso que encabeza "también se juzgan hechos anteriores" a la dictadura. Conocida la "confesión" de Barreiro, que por ahora no arrojó resultados positivos, al menos en las primeras inspecciones visuales llevadas a cabo en los lugares que señaló, la prensa de España se pregunta qué puede pasar con Isabel. La tercera esposa de Juan Domingo Perón, que se mantiene en silencio desde hace varios años en territorio ibérico, ocupaba la Casa Rosada al momento de cometerse los delitos que el represor "arrepentido" dice conocer. En los últimos años hubo varios intentos de jueces argentinos de poner a María Estela Martínez frente a tribunales para dar cuenta de los delitos cometidos por la Triple A o por el Operativo Independencia. Todos fallaron. El que más cerca estuvo fue el juez de Mendoza Héctor Acosta, que logró que la viuda de Perón fuera detenida unas horas en Madrid, hasta que la Justicia española la liberó. En abril de este año, dos fiscales que dependen de la kirchnerista Alejandra Gils Carbó solicitaron que Isabel sea indagada por delitos de lesa humanidad por el Operativo Independencia. El pedido chocó contra los jueces de la causa. Para estos, lo ocurrido en Tucumán en 1975 fue una fase del plan de las Fuerzas Armadas para derrocar al gobierno peronista.
Listas de desaparecidos Otro interrogante que abre la "confesión" de Barreiro es la supuesta existencia de listas más amplias de desaparecidos. Se trata de un reclamo histórico de organismos de derechos humanos. Barreiro dio 25 nombres. El juez Jaime Díaz Gravier explicó que el "Gringo" "tenía un registro, una lista escrita que leyó al tribunal y luego dejó copia". ¿Existen nóminas más completas? El propio Barreiro, que dicho sea de paso negó haber participado de los asesinatos de estos 25 desaparecidos cuyo destino final dice conocer, habló con una radio cordobesa sobre el tema. Barreiro sostuvo en esa entrevista que el general Cristino Nicolaides, integrante de la cuarta y última junta militar del Proceso, "destruyó los archivos" sobre los desaparecidos "a principios de 1983". "Lo maldigo por eso", dijo Barreiro sobre Nicolaides, que murió en prisión el 22 de enero de 2011. ¿Alguien más sabe algo? El juez Díaz Gravier se mostró optimista. Cree que la actitud de Barreiro puede empujar a otros represores a hablar. "Esto puede precipitar en otros imputados conductas similares", dijo. ¿Se romperá el "pacto de silencio" militar?
"No hay antecedentes" El fiscal federal de la megacausa La Perla, Facundo Trotta, afirmó que ningún acusado por delitos de lesa humanidad había aportado datos sobre el destino de desaparecidos durante la última dictadura como ayer lo hizo el represor Ernesto "Nabo" Barreiro, y negó que esa información haya sido producto de alguna negociación sobre reducción de pena. El fiscal confió en que esa declaración "puede ser un efecto reflejo para que otros acusados tomen la misma postura" y si bien reconoció que "hace un tiempo que algunos acusados están dando indicios de que tienen intención de aportar datos para ubicar a los desaparecidos", siempre "es sorpresiva" esta actitud. Consultado sobre si los procesados decidieron aportar datos a cambio de mejorar su situación judicial, Trotta respondió que "no, en absoluto". "No hubo pedido de reducción de pena, no existe ninguna negociación" al respecto, al menos desde el punto de vista del Ministerio Público, indicó. No obstante, el presidente del Tribunal Oral Federal 1, que lleva esa causa, Jaime Díaz Gavier, dijo que el exmayor Barreiro tiene la "posibilidad" de tener una "disminución" en la pena, luego de haber aportado datos sobre el enterramiento de desaparecidos en un centro clandestino que funcionó en Córdoba durante la última dictadura. En diálogo con radio Continental, el magistrado contó que Barreiro declaró que de las 25 víctimas, "unos 20 desparecidos fueron ejecutados antes" del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Y "los otros cuatros serían posteriores" a esa fecha. Aseguró, además, que Barreiro "de ninguna manera aceptó tener ninguna participación" en los delitos, pero al colaborar con la entrega de registros de desaparecidos, "la ley penal prevé la posibilidad de disminuir o atenuar la pena en la medida que el imputado contribuya". Ayer, Barreiro señaló supuestas fosas de enterramiento de desaparecidos en la última dictadura, dentro del predio donde funcionó en Córdoba el Tercer Cuerpo de Ejército y en la villa Ciudad América, y además mencionó los nombres de 25 víctimas que estarían allí. Según Díaz Gavier, el exoficial del Ejército "tenía la lista escrita con los nombres, las leyó y dejó la copia al tribunal".
Todo un experto en torturas En las audiencias suele mostrarse displicente y sarcástico. Dice que fue “entrenado para matar” y en los centros clandestinos se ufanaba de usar un “método criollo” para atormentar a sus víctimas. Participó del alzamiento carapintada en 1987. Histriónico, ególatra, capaz de reírse casi a carcajadas ante el desmayo de una testigo (tal el caso de una de las tres hermanas Gabaldá-Mogilner, que se descompuso y no pudo declarar), Ernesto “El Nabo” Barreiro, de 67 años, ayer le robó el protagonismo al propio jefe de los represores, Luciano Benjamín Menéndez. De actitud displicente y sarcástica, este hombre de pelo rubio y ojos claros de los que se ufana ante los fotógrafos (“¿no soy el más lindo?”, le espeta cada vez que puede a una periodista que cubre las audiencias), contempla el juicio como si no tuviera nada que ver. Mientras se escarba las uñas en sesión continuada, escucha a los testigos y da indicaciones a su abogado defensor, Osvaldo Viola, quien parece cuasi cooptado por el encanto de su cliente. Atildado, siempre elegante y con tono cínico en las oportunidades en que se le da la palabra, Barreiro ha dejado en claro que es “un peronista (de derecha) de la primera hora”, y que ha sido “entrenado para matar, como los militares de todo el mundo”. En sus alocuciones dentro de la sala, casi siempre se vale de pantallas tipo Power Point, punteros para señalar mapas y estrategias de combate, y hasta intenta dar clases de historia. Su talón de Aquiles, hasta ahora, ha sido el nombre de una de sus prisioneras, Graciela Doldan. En una de sus declaraciones, y para “defenderse” de lo que atestiguaron sobrevivientes de La Perla, acerca de que él le había prometido a la joven matarla sin vendaje en los ojos y hacerlo él mismo, llegó a admitir “los sentimientos” que profesaba hacia ella. Graciela era militante y había sido compañera de Sabino Navarro, uno de los fundadores de Montoneros y al Nabo hasta le temblaron los labios cuando recordó que, tumbado en la colchoneta de la cautiva, “solíamos tener largas charlas sobre peronismo”. Rojo como un tomate, y con la voz en un hilo, afirmó que “seguro que en otras circunstancias habríamos tenido una relación, ya que ella era sumamente inteligente”. De allí que la suficiencia de su sonrisa se desintegra apenas algún testigo recuerda que Doldan, cuando se la llevaban al muere, le dejó un mensaje: “Me van a matar y el Gringo no vino. Díganle que es un cagón”. En los campos de exterminio se vanagloriaba de no usar la Doctrina Francesa de Roger Trinquier para combatir las guerrillas, sino un “método criollo” de tortura. Uno que él mismo habría generado y que, según explicó una vez a un “muerto vivo”, como les decían a los prisioneros en los campos de concentración, comenzaba con mantener tabicadas a las personas para que no supieran dónde ni con quiénes estaban. Uno de los sobrevivientes de La Perla, Piero Di Monte, dio cuenta de esa preocupación del Nabo, y afirmó ante el tribunal: “Barreiro nos podría dar cátedra de tortura. Es todo un experto en eso”. Ernesto “El Nabo” Barreiro es uno de los pocos imputados del megajuicio por La Perla que todavía no tienen condena. Fue extraditado de los Estados Unidos en 2007, cuando las autoridades argentinas reclamaron su deportación y los agentes de migraciones norteamericanos lo encontraron en The Plains, un pueblo a 80 kilómetros al oeste de Washington, en el que se había asentado desde 2004 junto a su mujer. Allí tenía un negocio de artesanías en cuero y vendía vinos. Conocido en los campos de concentración de la dictadura como el Gringo o el Nabo, junto a Héctor Pedro Vergez y el propio Luciano Benjamín Menéndez, es uno de los principales acusados de este juicio. En 1987, Barreiro integró el grupo de carapintadas que se sublevó en la Semana Santa contra el gobierno del presidente Raúl Alfonsín. Con la sanción de las leyes de obediencia debida y punto final, disfrutó de años de impunidad. En La Perla, el Campo de la Ribera y en el Batallón 141 fue jefe de interrogadores, pero según los testimonios no se privó de secuestrar, torturar, violar, matar y desaparecer a cientos de personas. Junto con Vergez y Menéndez fue uno de los creadores del Comando Libertadores de América (CLA), la versión cordobesa de la Triple A. Hace un año, ante el periodista español Vicente Romero que lo entrevistó en Bouwer, la cárcel de máxima seguridad donde está alojado, Barreiro ya dio señales de querer hablar. De acuerdo con la desgrabación de ese diálogo, el represor dijo: “Yo soy de los que más le insiste a él (por Menéndez) para que por favor hable, cada vez que he tenido oportunidad de decírselo se lo he dicho, cuando estamos ahí en lo poco que podemos conversar durante el juicio se lo he digo (...) No creo que ganemos nada con tapar el sol con la mano, pero tampoco me pidas a mí, que era un oscuro teniente primero, que me haga cargo de decir un montón de cosas que no me corresponden decir por ahora, por ahora, porque también estoy evaluando la conducta de mis superiores (...) Tenés que tener presente que mi cadena de mandos en el año 2013 está destrozada porque se han muerto todos, si se muere Menéndez, si se llega a morir Menéndez...”. Por lo que ayer se vio, no pudo esperar la muerte de su jefe para asumir el liderazgo. Su pulsión megalómana, sus evidentes ganas de aparecer en los libros de historia, más los años de cárcel parecen haberle ganado la partida al marcial mandato de subordinación. | |