Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLVI. "Nuevos caminos. Nuevos desafíos"
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Municipalidad de Parana

Por Manuel Justo Gaggero*
Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLVI. "Nuevos caminos. Nuevos desafíos"
 
Luego que abandonara el departamento en el que estuve ese encuentro inolvidable con Ricardo –Enrique Gorriaran – en aquellos últimos días de diciembre de 1976, me dirigí a la boca del subte para ir a la estación de Retiro.

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Fecha:28/03/2016 11:34:00 
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La ciudad había recobrado el ritmo que la caracterizaba y centenares de personas circulaban a pie o en vehículos de todo tipo, rumbo a sus actividades laborales.
Nada hacía suponer que, al mismo tiempo, miles de compañeros eran víctimas de brutales torturas, previas a su muerte, en los campos de exterminio de la Dictadura Militar.
En ese momento, además, las zonas fabriles estaban literalmente “ocupadas” por efectivos militares que buscaban a los activistas antiburocráticos del movimiento obrero denunciados, como expresiones de la “guerrilla industrial”, por Ricardo Balbín-otrora presidente de la UCR.
Pensaba que todo esto sucedía con el apoyo tácito o el supuesto desconocimiento de una fracción importante de la pequeña burguesía y el apoyo claro de las clases dominantes que, de esta manera, trataban de aniquilar y borrar de la historia a los que, desde las organizaciones revolucionarias peronistas y de la izquierda guevarista, cuestionaron seriamente el poder real.
Con estos pensamientos y, luego de un largo viaje en tren, llegue a la casa que habitábamos en San Isidro en la que en esos días estaban nuestros hijos con los que pasaríamos la Nochebuena.
Le hice un resumen a Alba del informe del “Pelado” y de la decisión del Partido que nos sumáramos al movimiento internacional de denuncia a los genocidas que ocupaban el gobierno y que tomáramos el camino del exilio.
Tuvo la misma reacción que yo me planteo que no le podíamos hacer esto a los compañeros que quedaban en el país, que lo vivía cómo una verdadera traición.
Le conté cuál había sido la respuesta de Ricardo.
Era una orden que no admitía debate alguno ya que tenía que ver con la necesidad de preservar algunos cuadros y organizar una retirada ordenada.
Luego de largas cavilaciones lo entendió.
Nos dividimos las tareas ella se encargaría de conseguir los pasaportes y yo de reunirme con Balta para organizar la salida de nuestros hijos y eventualmente de Enriquito y, con mi madre, que viajaría con ellos.
Por otro lado debía concurrir a la cita con el compañero de Inteligencia, que lo sustituía a Carlos All, para entregarle el viejo y querido Citroen 3CV y presentarle al compañero que me reemplazaría en el frente legal.
Al día siguiente y, para hacer tiempo, antes de encontrarme con Balta, fui al departamento de Uriarte a verla a mamá y contarle las novedades.
No cabía en sí cuando le dije que nos íbamos. Sentía que si bien Susana no se había salvado nosotros podríamos sobrevivir lo que la llenaba de alegría.
Quedamos en que el viaje a Europa con los chicos lo haría en barco.
Siempre había soñado con viajar en un trasatlántico que la trasportaba a los escenarios de películas que recordaba, con mucha emoción y nostalgia.
Había llevado una vida difícil y habían sido muy cortos los momentos de felicidad, por lo que esta perspectiva le permitía mirar el futuro, con alguna esperanza.
Quedamos en que lo llamaría a Enrique Pujals, el padre de Luis y el abuelo de Enriquito, para plantearle la posibilidad de que este nos acompañara en el camino al exilio.
Ella, como yo, creía que sería difícil ya que este tenía un amor y una dedicación especial con su nieto que estaba relacionada con la desaparición forzada de Luis y todo lo que había luchado para su aparición con vida.
Finalmente me despedí de “la abuela Susana” como le decían los chicos y me fui a encontrar con Balta en la cita estanca –permanente –acordada.
Este me recibió con la afectividad de siempre. Le hice un informe completo de lo conversado con Enrique Gorriarán dejando para el final lo que había decidido el Partido respecto a nosotros y a la familia.
Recordaba que él, en una conducta increíble, habia traslado al interior del país a su compañera e hijos y seguía firme con las tareas en Buenos Aires.
Le pareció correcta la postura de la dirección y acordamos ir juntos al departamento de Uriarte para que conversara con mi madre los detalles de la salida de los chicos ya que se haría cargo de las tareas prácticas-compra de los pasajes, etc.
El trámite para la obtención de los pasaportes de todos-mi madre y los chicos - lo conversaríamos con Pujals que tenía algunos contactos que podían acompañarlos a la Jefatura de Policía para que tuvieran algún respaldo.
Entramos, en esos días, en una vorágine impresionante ya que a las tareas de preparación del viaje y de elaborar el camino correcto para llevarlo a cabo, se sumaban la necesidad de reunirme con algunos dirigentes de los partidos democráticos para presentarles mi reemplazante y con otros compañeros de los equipos de legal y de prensa.
En esos días apareció Nora -la compañera de Alberto- que viajaría con nosotros para reasumir su rol de Secretaria del Buró en el exterior.
Nos planteó que teníamos que conseguir algún compañero, que conservara la legalidad que la acompañara hasta Brasil apareciendo en el viaje como su pareja.
Ella viajaría con los dos hijos pequeños.
Al día siguiente fui a verlo a Oscar Alende a su casa en Banfield. Me recibió como lo hacía habitualmente con muestras de afecto sincero.
Lo puse al tanto del Informe de Gorriarán y sobre todo de la autocrítica respecto a la conducta seguida por nuestra organización frente al ofrecimiento de tregua del ex Presidente Héctor Cámpora.
Al mismo tiempo le comenté que iniciaba el camino del exilio por decisión de nuestro Partido.
Le pareció que era correcto y quedamos en que tomaría contacto con él, una vez que estuviera en el exterior, para sumarlo a una campaña que estaban llevando a cabo un grupo de compañeros, en Estados Unidos, para aislar al régimen militar.
Estos, eran simpatizantes del Partido que, coordinados por Gino Lofredo, editaban, desde fines del 75, un mensuario en inglés y castellano denominado “Denuncia” que, valga la redundancia, denunciaba a los regímenes dictatoriales en nuestro Continente y en particular a la Dictadura Militar Argentina.
Asimismo difundía la lucha de los pueblos por su Liberación en el Tercer Mundo.
Los mismos habían evaluado que el triunfo de Jimmy Carter en las elecciones llevadas a cabo en ese país en noviembre de 1976, abría nuevas posibilidades para lograr que la enmienda de Ted Kennedy, que impedía la venta de armas a la dictadura chilena, se extendiera al régimen de nuestro país.
Para ello era muy importante contar con dirigentes democráticos argentinos que se sumaran al “loby” y que los mismos estuvieran viviendo en el país.
En eso pensaba cuándo hablaba con el “Bisonte”.
De la localidad de la que era oriundo Don Oscar me dirigí al departamento de Raúl Alfonsín.
Nuestra relación con él seguía siendo de mutuo respeto por lo que charlamos respecto a la presencia de funcionarios radicales en municipios del interior e incluso del Gran Buenos Aires.
No se expidió sobre este tema pero sin duda que condenaba la relación de algunos dirigentes de su partido con los genocidas como Menéndez, Suarez Mason, Rivero y Cia.
¿Cómo decidimos llevar a cabo el viaje?.
¿Quién finalmente acompaño a Nora?.
¿Qué pasó con Enriquito?.
¿Cómo fueron los encuentros de despedida con los dirigentes de los partidos democráticos ?.
Estos y otros temas abordaremos en nuestra próxima nota de esta saga.

*Abogado.-Ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”
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