Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLVII. Los preparativos
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Municipalidad de Parana

Por Manuel Justo Gaggero*
Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLVII. Los preparativos
 
Sin duda que preparar la salida del país en la clandestinidad, teniendo que eludir la represión y al mismo tiempo resolver problemas prácticos y hacerlo en pocos días, no era fácil.

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Fecha:04/04/2016 12:30:00 
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Más aún si se sumaba la búsqueda de un compañero “legal“ que pudiera acompañar a Nora y, al mismo tiempo, debíamos “entrenar“ a mi madre para que asumiera la complicada tarea de obtener ladocumentación de ella y los chicos necesaria para salir del país.
En principio decidimos que viajaríamos por tierra –en colectivo- hasta la ciudad de Porto Alegre en Brasil, pasandopor migraciones en la ciudad correntina de Paso de los Libres y que lo haríamos el 31 de diciembre de ese año de “noche y niebla” suponiendo que los controles estarían distendidos, ya que el cruce era aproximadamente a las dos de la madrugada del 1° de enero.
Fui a sacar el pasaje para los dos, unos días antes, a la Terminal de Once y el vendedor, con mucha curiosidad y sin ninguna mala intención, me preguntó por qué esa fecha.
Le dije que era el comienzo de una “segunda luna de miel“ y que queríamos empezar el nuevo año con proyectos diferentes.
Le di los datos de los nuevos pasaportes y una dirección “trucha” por si acaso.
Luego me dirigí al restaurante que funcionaba en la sede del club Atlanta, en la Avenida Juan B. Justo, a pocos pasos de la calle Corrientes.
Ese era un lugar de cita permanente que teníamos con Carlos All, cuando este estaba en la Jefatura de Inteligencia del Partido y, ahora, me encontraría con su reemplazante: Javier Ramón Coccoz, “Pancho”.
Como llegué antes de la hora acordada, pude observar con detenimiento, si las personas que se aprestaban a almorzar o que ya lo estaban haciendo, eran los habitués del lugar en general comerciantes de la zona o viajantes de comercio.
Advertí que no había nadie extraño o que no se ajustara a esa descripción, por lo que me apresté a gozar de una buena comida, con una excelente compañía.
“Pancho” era un compañero con un gran sentido del humor y con una mirada amplia, sin esquemas, de la realidad.
Cuando llegó, y luego de los saludos de rigor, le comencé a informar sobre mis entrevistas con Oscar Alende, Raúl Alfonsín, Horacio Sueldo y la que preparaba con Juan Carlos Coral.
Le pareció bárbaro que el “Bisonte” hubiera aceptado viajar, cuando fuera necesario, a los Estados Unidos para sumarse a los compañeros que, en ese país, estaban tratando de que se extendiera la enmienda de Ted Kennedy que prohibía la venta de armas a la Dictadura chilena, al régimen genocida argentino.
Posteriormente, me empezó a contar la información que habían recogido los compañeros de su frente respecto al estrecho vínculo entre la URSS y el régimen militar.
Me parecía imposible lo que me narraba.
En la unidad militar de Campo de Mayo, uno de los más tenebrosos campos de exterminio, esperaban en los próximos días la visita de una Delegación del Ejército Soviético que iba a condecorar al “carnicero”: Santiago Omar Rivero-Jefe de Institutos Militares y principal responsable de este lugar en el que cientos de nuestros compañeros y de otras organizaciones revolucionarias sufrían torturas inimaginables, para luego ser conducidos a la muerte.
Los representantes del otrora heroico “Ejército Rojo” homenajeaban a los asesinos de toda una generación de revolucionarios que habían interpelado, por primera vez en la historia argentina, el poder de las clases dominantes.
Por cierto que este no era el mismo que habían fundado Trosky y Lenin en los albores de la Revolución Rusa ni el que había combatido heroicamente al nazismo, llegando, antes que las tropas de la alianza, a la capital de la Alemania hitleriana.
Luego de eso había soportado las purgas de Stalin y de los burócratas posteriores.
Esta extraña vinculación se fundaba en que el gobierno, encabezado por Jorge Rafael Videla, no se había sumado al bloqueo a la URSS impulsado por EEUU a raíz de la amenaza de “invasión“ de tropas soviéticas a Afganistán.
Explicaba además el apoyo del Partido Comunista Argentino a la Dictadura que se expresaba a través de una campaña que llevaban a cabo dirigentes de esa formación política en Europa intentado contrarrestar la actividad de miles de compatriotas exiliados que denunciaban y solicitaban la condena internacional al Terrorismo de Estado.
Para este, el Dictador Videla era un militar “no pinochetista y democrático“ que enfrentaba a Luciano Benjamín Menéndez y a Guillermo Suarez Mason que eran la expresión de la “derecha militar”.
Esta maniquea interpretación de la historia y del presente dañaba seriamente a los trabajadores y al campo popular que sufrían la represión de la Dictadura.
Le manifesté a mi interlocutor que no podía creer lo que escuchaba y que me causaba una gran amargura pero que teníamos que seguir adelante.
Le entregué la documentación y las llaves del viejo Citroen, que lo había estacionado en una calle paralela a la Avenida y me despedí, con un fuerte abrazo, y con la sensación de que posiblemente no nos veríamos más.
Al día siguiente me reuní con Jorge Lanot el amigo y compañero que había pensado que podía acompañar a Nora.
Lo conocía desde hacía mucho tiempo ya que era uno de los colaboradores de Agustín Tosco que había apoyado nuestra idea de lanzar la fórmula Tosco –Jaime.
Me había acompañado a verlo al “Gringo” en 1975 viaje que ha narrado en una nota anterior de esta saga y nos veíamos cada quince días, en una cita permanente, para intercambiar información.
No estaba seguro que aceptara ya que suponía un serio riesgo y el conservaba su legalidad y la de su compañera y, volvería, desde la nación de Jorge Amado y de Marighela, al país.
Luego de los saludos de rigor, le plantee el tema y la importancia que tenía ya que la compañera de Eduardo Merbilaha era Secretaria del Buró Político y al mismo tiempo mantenía relaciones estrechas con las organizaciones hermanas que integraban la Junta Coordinadora Revolucionaria.
Su respuesta afirmativa fue contundente por lo que acordamos una nueva cita a la que vendría Nora y en la misma resolveríamos el tema de los pasajes.
Se trataba de que viajáramos, como desconocidos, en el mismo transporte para avisar en el caso que ellos o nosotros fuéramos detenidos en la frontera.
Poco a poco se iban resolviendo los diferentes problemas que suponía la salida del país.
En esos días, y ante el llamado de mi madre, vinieron al departamento de Uriarte Enrique Pujals y su yerno Isidoro para conversar sobre el posible viaje de Enriquito.
Este escenario en el que nos movíamos tenía otras preocupaciones en el Tercer Mundo en el que se consolidaban los gobiernos populares y socialistas en Cuba, Argelia y Vietnam y nacían las nuevas naciones independientes en las ex colonias portuguesas de Angola, Mozambique y Guinea Bissau .
¿Qué pasó en el viaje?.
¿Cómo resolvimos la salida de nuestros hijos con mi madre?.
Estos y otros temas los abordaremos en nuestra próxima nota de esta saga.

*Abogado.-Ex Director del diario “El Mundo “ y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.
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