Crónicas en Claroscuro
 Home Regístrese



Contenido
Home
Portada
Actualidad
Gobierno
Paraná
Nacionales
Derechos Humanos

Referecia
_
Contáctenos


Municipalidad de Parana

Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
El paso de la langosta
A Hugo Ditaranto, fallecido el 10-4-2013

 Envíenos su consulta o comentario. |  Enviar esta noticia por email Recomendar esta noticia
Fecha:06/04/2016 12:17:00 
Texto completo de la noticia  
 
Reducir Ampliar

La anécdota la contó Oscar Martínez, poeta entrerriano. En 1945 era un niño que, con su familia, habitaba una vivienda precaria, al otro lado del arroyo Antoñico. Un día, el cielo se oscureció y las chapas del techo se sacudieron por la aparente tormenta. Por el riesgo de derrumbe, la mamá ordenó a sus pequeños hijos, protegerse debajo de un par de mesas disponibles. Amainado el peligro, salieron a la intemperie y caminaron sobre un piso crujiente. Antes de averiguar de qué se trataba, observaron a vecinos desesperados, corriendo de aquí para allá, agitando trapos para espantar a esos insectos ladrones, que devastaron los sembradíos. A modo de moraleja, la mamá le dijo a Oscar: “¿Ha visto m’hijo que a veces es mejor no tener nada?”

La corrupción es como la manga de langostas. Angurrienta y frustradora. Enemiga del esfuerzo ajeno. La langosta fue controlada, aunque con reapariciones esporádicas en algunas zonas del país. La corrupción permanece vigente, con intermitentes reacciones sociales y acciones judiciales para reprimirla. Para que la lucha resulte eficaz, la actual coyuntura plantea el desafío de ejercer la coherencia, individual y colectiva, de abordar las sospechas o certezas de casos de corrupción, despojados de cualquier fervor partidario o antipatía a ultranza, que promueven prejuicios insensatos.
No es que la fuerza política A o la fuerza política B por definición infecten de corrupción a la sociedad en la que operan. Hay respectivos dirigentes que retuercen su conducta, con vocación de langostas. Lo mismo ocurre en la gestión privada, enroscada en negocios amamantados por el presupuesto estatal.

Un factor que aporta al consenso y desanima el disenso acerca de la corrupción es que el sayo ha sido puesto en los hombros de tirios y troyanos, por el trabajo de centenares de periodistas, de gran parte del mundo, sin otra camiseta que la del oficio. En lo inmediato, las explicaciones son inevitables. De lo contrario, el que calla otorga. Agencias impositivas y fiscales de varios países procedieron de oficio. Miles de barbas se colocaron en remojo.
La historia registra a la corrupción de distintos niveles y envergaduras. En las dictaduras, se convierte en un sistema de gobierno, denominado cleptocracia. En democracia, se forman trenzas, que precisan burlar los controles institucionales, de diversos módulos, permeables a la consigna de hecha la ley, hecha la trampa.
La corrupción no sólo es cuestión de funcionarios, empresarios, militares, jueces y jerarquías religiosas. Si nos sometemos a un confesionario cívico, tendríamos que descargar una serie de “pecados”, que merecen ser corregidos, en la medida que sea cierto que la pelea es por el honesto comportamiento del conjunto social.
En considerable proporción, compramos y vendemos sin factura de por medio, tanto en comercios minoristas como en un acuerdo inmobiliario. Quién no ha sido beneficiario de un acomodo a lo largo de la existencia o participado en mínimos sobornos. Quién no ha dejado de legitimar con el saludo a un enriquecido ilegítimamente. Quién preguntó cómo se financió la campaña de su partido. Quién puso el grito en el cielo porque el contador le armó una declaración de bienes, dibujando las cifras.
Cuando no hay voluntad política de darle batalla a la corrupción, la que puede sacudir la estantería es el enojo popular, vinculado al malhumor porque el bienestar no es equitativo y los platos rotos de gestiones maliciosas se achacan a los bolsillos enflaquecidos. En las encuestas, la inflación encabeza las inquietudes y la corrupción le pisa los talones. En simultáneo, el presidente de la Nación está tocado por los documentos de Panamá y su antecesora ve en la cárcel a un miembro de su gabinete y a un expandido amigo contratista de obras públicas. No es poco.

Escribió Hugo Ditaranto: Es un tiempo duro, porque hay que inventar lo ya pensado. Cuando aceptamos algo corrupto, terminamos aceptando la mentira como una verdad absoluta. Pareciera que todo depende de la mente humana.

*Periodista - Escritor
Publicado el 04 de abril de 2016
 Home
www.lambdasi.com.ar
E-mail
y reciba periódicamente nuestras últimas novedades...






Senado baner

El Pingo

Agmer central
ATE