La noticia corrió como reguero de pólvora. La Caja de Jubilaciones de Entre Ríos otorgó la pensión (como de viuda) a una mujer que correspondió el amor de Carlos Barón, sacerdote católico fallecido el 22 de junio de 2014. La decisión del organismo oficial tiene soporte legal, de acuerdo a las explicaciones ofrecidas por su presidente, doctor Daniel Elías En tren de interpretaciones, se nos ocurre asignar a la medida el carácter de positiva manifestación de laicismo, que no condena la existencia de valores religiosos, pero no les concede influencia en resoluciones del Estado.
En internet se encuentra material ilustrativo de vida y obra de Carlos Barón. A modo de resumen, apuntamos que nació en Crespo (Paraná Campaña) el 1 de julio de 1952. Estudió en el Seminario de nuestra ciudad, donde mantuvo tensa relación con el director, Alberto Azcurra, ex Tacuara, organización de extrema derecha. Lo ordenó monseñor Tortolo, en 1977. Carlos Barón adhería a las reformas propiciadas por el Concilio Vaticano II.
La figura de Carlos Barón, de pelo largo, barba y pantalón jean, anduvo por los barrios carenciados de Paraná, con la colaboración de jóvenes trabajadores sociales. Monseñor Karlic auspició su estadía en la Santa Sede, sin lograr que abandonara sus trasgresiones formales. El periodista Ricardo Leguizamón lo entrevistó en 2002 para El Diario de Paraná. Lo describió así: “Sin hábito ni sotana (…), un santo varón que se entremezcla entre guitarreadas y vinos que anda por las zonas pobres, llevado por los fervores renovadores (…)”
En Análisis Digital se opinó el 23 de junio de 2014: “Cuando ancló en el Hospital Fidanza, en Colonia Ensayo, un ex leprosario dedicado hoy a la atención geriátrica, Carlos Barón actuó con su manera sencilla, austero, pleno y coherente (…). Ante su muerte, se reveló que supo amar a una mujer quizá ahora que ha fallecido, es el momento de decirlo sin tapujos ni vergüenza”.
Una feligresa nos comentó, en este mayo de 2016: “recuerdo al cura Barón por la intensidad con que impactó, hace tiempo, en mis hijos menores en ocasión de ofrecer misa, con un estilo poco común lo acabo de ver en una foto, saludando al Papa polaco, y se me escurrieron un par de lágrimas. Lo queríamos mucho”.
Como empleado de Salud Pública, Carlos Barón fue capellán en el Fidanza. De allí su afiliación a la Caja de Jubilaciones. Había iniciado el trámite de retiro, cuando lo internaron en un sanatorio de calle Italia, por una afección al corazón, que derivó en su muerte, a los 62 años de edad. El expediente previsional se mantuvo vigente por la presentación de la señora que demostró una larga etapa de convivencia marital, de bienes comunes, con el sacerdote.
Aportadas las pruebas, para el doctor Elías, “(…) desde lo jurídico es un caso más, pero desde los hechos de la vida y desde la particularidad de tareas de un religioso, se sentará una jurisprudencia, porque es un primer caso.” La mención de la relación marital, establece que Carlos Barón violó el solemne voto de castidad perpetua, impuesto por la Iglesia Católica a sus ministros consagrados.
En síntesis, lo que está en danza es el celibato, razón de intermitentes debates, que no alcanzaron a remover el precepto, de exclusiva índole religiosa. En esa órbita es que podría evaluarse la conducta del cura. Para la Caja de Jubilaciones, cabe el analizar la situación respetando derechos, con la mirada del laicismo, corriente del pensamiento que se refleja en políticas de gobierno, con la libertad intelectual del funcionariado.
Bien ha dicho el doctor Elías: “Las pensiones no se otorgan a una persona que ha sido amiga del causante, sino a quien –con la convivencia- logró formar un núcleo familiar con espíritu marital, en los términos previstos en el Código Civil y que al fallecer deja a ese grupo sin ingreso económico”.
Por cierto, la norma religiosa es respetable, limitada a su ámbito la ley civil abarca al conjunto de la sociedad, de la que es parte la compañera de Carlos Barón.
*Periodista - Escritor
Publicado el 06 de mayo de 2016
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