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Por Guillermo Alfieri*
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Patricia Derian, un impacto en la dictadura

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Fecha:24/05/2016 11:25:00 
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James Earl Carter asumió la presidencia de Estados Unidos, en enero de 1977. El demócrata del estado de Giorgia, anunció que los derechos humanos serían clave en la política exterior de su país. En situación de encerrados en la cárcel de Sierra Chica, con acceso a lectura de diarios, descreímos la promesa. Estaba fresco el fin de la intervención en Vietnam. Se sabía de la participación directa en el sangriento golpe de Estado en Chile. La región, de Colombia al sur, era asiento de dictaduras militares. Presente y pasado demostraban el colonialismo, en esta parte del mundo. Si la desconfianza absoluta dejó paso a la duda de las intenciones de Jimmy Carter, fue por la gestión de Patricia Derian, fallecida el 20 de mayo de 2016, a los 86 años de edad.

Escuché la noticia del deceso y busqué en la biblioteca doméstica el libro Dossier Secreto – El Mito de la Guerra Sucia, de Martin Edwin Andersen. El índice facilita encontrar detalles de la actuación de Patricia Derian, con sus reiterados viajes a Buenos Aires para cuestionar a los jerarcas del gobierno de facto y retornar como testigo de cargo durante el juicio a los comandantes en jefe, sentenciados en 1985. En su bregar, la funcionaria estadounidense, colisionó con los sectores conservadores que basaban sus intereses en la violación de los derechos humanos.
Derian irritó a muchos. Era incansable y eficaz. Los militares la acogieron con una combinación de curiosidad y sobresalto. Ella misma, reveló: “Era como acercarse al tigre. Tenían la costumbre de hablar sin tino. Se ponían nerviosos, impacientes y se sentían obligados a excusarse. Decían que nosotros no pero otros sí hacían lo que denunciábamos. Tal y cual lo hacen”.

En el andar por las calles porteñas, el automóvil de la embajada de EE.UU. que llevaba a Derian era escoltado por otros tres del Ejército, la Armada y la Aeronáutica de la Argentina. La impresión consistía en la sospecha de que se vigilaban entre sí, por el temor de que alguna fuerza intentara el atentado, que involucrara al conjunto. En los encuentros con representantes sociales y políticos, la dinámica enviada de Jimmy Carter recogía información de desapariciones, torturas y crímenes. También tuvo que oír a miembros de la colectividad norteamericana defendiendo a la represión ilegal, por necesaria ante el ataque subversivo. Cuando concurrió a la Escuela de Mecánica de la Armada, el mismísimo almirante Massera le afirmó que “aquí no hay tormentos, son el Ejército y la Fuerza Aérea los que los aplican”.
Recordó Patricia Derian que voceros de los halcones uniformados, opinaban que Carter era “un tonto idealista y que la política sobre derechos humanos no era nada”. Un agregado militar de la embajada le preguntó: “¿Qué significa esta política nueva?” La respuesta fue tajante: “Se lo voy a explicar por ejemplo, ya no vamos a venderles elementos de tortura. Espero que entienda de qué se trata”.

Para reconocer el valor de Patricia Derian, sirve la recomendación escrita, del siguiente tenor: El presidente instruirá a la CIA, al FBI y a todos los organismos de inteligencia sobre la política de los derechos humanos del gobierno de los Estados Unidos. Se diseñarán cursos sobre derechos humanos en todas las academias militares. Quienes no pueden cumplir con la política de derechos humanos, han de ser inmediatamente separados del servicio.
En 1978, Patricia Derian afrontó una interpelación en el Congreso de los Estados Unidos. Se la acusó de interferir las relaciones financieras y comerciales con la Argentina. Con un lenguaje rotundo y conmovedor, la acosada funcionaria replicó: No cabe otra cosa que presionar a los que recurren a la tortura sistemática, la ejecución sumaria de disidentes políticos, la desaparición y la captura de miles de personas, entre las que se incluyen madres, hombres de la Iglesia, monjas, líderes sindicales, periodistas, profesores y miembros de las organizaciones por los derechos humanos.
Los hechos subsiguientes demuestran la acertada presión planteada por Patricia Derian. En 1979, la dictadura se vio obligada a aceptar la inspección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que elaboró un duro informe sobre el terrorismo de Estado y dio razón a las versiones sobre la existencia de campos de concentración, como módulo de la caza de brujas desplegada en el país. Desde esa instancia se limitó el poder clandestino otorgado a los jefes regionales del Ejército.

Patricia Derian asistió en 1983 al acto de asunción de Raúl Alfonsín y participó en la ronda semanal de Madres de Plaza de Mayo. En 2006 recibió la Orden del Libertador General San Martín, extendida por el Gobierno Argentino, presidido por Néstor Kirchner. En la ceremonia efectuada en Nueva York, devolvió dos pañuelos blancos que simbolizaron la lucha de Madres y les habían sido entregados por su defensa de los derechos humanos.
Enfermera diplomada, Patricia Derian murió en Carolina del Norte, afectada de Alzheimer. Siento que, al margen de las medulosas interpretaciones sobre estrategias de dominación, cabe el agradecido homenaje a la mujer que ejerció el humanismo, en las condiciones más adversas, y nos dio una gran mano.

*Periodista - Escritor
Publicado el 23 de mayo de 2016
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