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Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
Piedra libre para el elefante

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Fecha:16/06/2016 12:16:00 
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“(…) Siempre tengo la sensación que estoy escribiendo sobre el conejo, que tengo delante de mis ojos, mientras a mis espaldas pasa un elefante rosa en zunga haciendo la vertical y no me doy cuenta (…)”, reflexiona Hugo Alconada Mon, en el prólogo de su libro La Piñata. El martes 14 de junio de 2016, José Francisco López corrió al conejo de la escena y colocó en evidencia al paquidermo, que es el sistema de corrupción, que abarca más que el condenable acto individual.
Con su virtual confesión, el ex secretario de Obras Públicas de la Nación y actual parlamentario del Mercosur, le facilita la labor a jueces y fiscales, quita el árbol que impide vislumbrar el bosque de responsabilidades superiores, pone en remojo barbas de empresarios partícipes de ilícitos aceptados como ineludibles y sacude a la sociedad que convalida a sinvergüenzas, por desinterés o resignación ante el hecho consumado y de rutina.

El miserable José López, por causas no reveladas, perdió la cordura y en el desequilibrio minimizó los méritos de los más notables creadores de ficciones. Con alarde de imaginación, armó las secuencias del paradigmático culebrón. La llamada telefónica extemporánea el viaje en la noche fría y cerrada el revoleo de bultos valijas desbordadas de billetes el pollero vecino insomne, llamado Jesús, que denuncia la incursión en la zona suburbana, donde la marcha del automóvil es un cuerpo extraño a esa hora el monasterio casi deshabitado la anciana monja, casi centenaria los rápidos reflejos de la patrulla policial y la frase que será inolvidable: “me quieren robar lo que robé para ustedes” (las religiosas).

La información circuló en cadena. José López es un nombre propicio a quien quiere perderse en la muchedumbre. Su rostro no era muy conocido. Con su penosa actuación ganó notoriedad. De los archivos se rescataron imágenes fijas y móviles, en reuniones oficiales y en misas oficiadas en el convento de la bonaerense ciudad de General Rodríguez. Su figura y su voz, no aseguraban recuerdos perdurables. Ni siquiera levantó el tono cuando en una sesión de la legislatura del Mercosur se lo acusó de corrupto. Ahora posó con las esposas en las muñecas, con el casco protector y el chaleco a prueba de balas, en momento de traslado de una celda a otra, escoltado por adustos integrantes del grupo Halcón.
Ese tipo había transportado 8.890.000 dólares, dinero de otras monedas, joyas y un fusil sofisticado, pocas horas antes. Es el mismo que hasta el 9 de diciembre de 2015 manejó la chequera de las obras públicas, benefició y perjudicó, con obediencia disciplinada, públicamente reconocida por sus superiores jerárquicos. De golpe y porrazo, el tucumano José López, radicado en 1987 en Santa Cruz, es un preso de triste fama.

Todo indica que no es el conejo que distrae, sino un factor apto para despellejar al elefante y ubicar el caracú de la corrupción. En La Piñata se señala a José López como un histórico ladero de Julio De Vido, ex ministro de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios, desde 2003 hasta 2015. López juró poseer el equivalente a 150 mil dólares en su simbólica billetera. Sin embargo, el martes 14 de junio de 2016 movió una millonada en billetes, en una andanza tan estúpida como grotesca, hacia un insólito depósito.
El elefante del prólogo periodístico no es nuevo. Podría afirmarse que en mayor o menor medida, la corrupción tiene registro nacional, provincial y municipal, a lo largo de la historia. El problema es cuando prevalece la impunidad y el conejo tapa al elefante, por razones de endémica anomia o asuntos coyunturales. Una primera impresión es que el Caso López, la cruel realidad –con visos de ficción-, trazó un límite. Los ladrones no merecen el fervor partidario, sea el que sea.
Como expresión de anhelos. Que la Justicia agilice su pesada maquinaria y sacuda su sospechosa modorra. Que los empresarios abandonen la amoralidad de aceptar lo inaceptable. Que la sociedad se agrupe contra la corrupción. Que los mandatarios, funcionarios y parlamentarios de todas las jurisdicciones repatríen el dinero que depositaron en el exterior, porque no todo lo que es legal es ético. En La Piñata hay una cita que viene como anillo al dedo para la ocasión: “Lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra” (Simone de Beauvoir).

*Periodista - Escritor
Publicado el 16 de junio de 2016
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