Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLIX (Fin primera parte).“A la manera de epílogo”
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Por Manuel Justo Gaggero*
Un viaje hacia las utopías revolucionarias CLLLIX (Fin primera parte).“A la manera de epílogo”
 
En la nota anterior había señalado que era la última de esta saga, en la que he tratado de ir describiendo las vivencias personales en las décadas del 50, 60 y 70, pero pensé que sería bueno darle un cierre en el que haría algunas aclaraciones y reflexiones, para compartir con los lectores, que implicaran un balance y alguna conclusiones, necesarias, para generar un debate sobre una época de “luces y sombras” años de avances y obviamente de retrocesos. Y a eso apunta ésta, elaborada a la manera de un epilogo.

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Fecha:27/06/2016 10:38:00 
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La primera aclaración es que estas notas no intentan realizar un análisis histórico del período sino de rescatar, del baúl de los recuerdos, lo que podríamos llamar el “diario de un caminante”: momentos, episodios y construcciones políticas-sociales y culturales que se inscribían en un escenario de transformaciones que sacudían a gran parte del planeta y que respondían al grito de los oprimidos, de los “condenados de la tierra “que como decía la declaración de la Tricontinental de la Habana “hacían mover la rueda de la historia “.
Nosotros no formábamos parte de una generación de violentos, pequeño burgueses, que tomamos las amas para subvertir el “orden constituido“, no éramos demonios, sino por el contrario respondíamos a la violencia del capitalismo y del imperialismo construyendo organizaciones revolucionarias que, por primera vez en la historia argentina, se planteaban discutir el poder real y no la gestión.
Atrás quedaba una izquierda reformista vociferante que nunca se había propuesto seriamente luchar por el socialismo y por una Patria liberada.
También interpelábamos al llamado “nacionalismo de izquierda” – Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui y Ernesto Laclau, entre otros, que buscaban un “militar patriota“ que se pusiera al frente del proceso de transformaciones necesarias desconociendo el rol que los Estados Unidos le asignaban a las fuerzas armadas como garantía del sistema y de la dependencia.
El peronismo revolucionario y la izquierda guevarista estructuraron verdaderos “ejércitos irregulares“, con grados y jerarquías, para enfrentar al partido militar que era la organización armada de las clases dominantes.
Con estas construcciones recuperamos el legado independentista de los patriotas que lucharon por la independencia en el Siglo XIX y que vieron abortada la misma en nuestro Continente por la acción de Inglaterra y de Estados Unidos .
Ambas naciones colonialistas primarizaron nuestras economías para vendernos productos manufacturados elaborados en sus fábricas, se apoderaron de nuestros recursos naturales y, por la vía del endeudamiento, condicionaron nuestro desarrollo.
Además invadieron militarmente nuestras naciones, impidieron la unidad latinoamericana, generaron conflictos bélicos inexistentes impusieron gobernantes cipayos y clausulas constitucionales –como la Enmienda Plat en la Constitución de Cuba que les otorgó una franja del territorio de esta nación para instalar una base militar. Guantánamo.
Nuestros pueblos resistieron, se levantaron en armas y en el México de Zapata y Pacho Villa y en la Nicaragua de Sandino lograron derrotar a los marines.
Triunfos que se frustraron por la presencia de una clase política que rápidamente se subordino al Imperio.
Nuestras organizaciones reivindicaron estas experiencias y en una Argentina en la que la democracia burguesa fue interrumpida por golpes militares y en la que crecía un movimiento obrero que desconocía las direcciones sindicales pactistas se dispusieron a dar una batalla por una sociedad distinta en un país libre.
A lo largo de la década del 60 y en los primeros 70 nuestro pueblo aumento sus simpatías hacia el movimiento guerrillero que contaba en su haber con la exitosa experiencia de la Cubarevolucionaria y con el ejemplo en la construcción del hombre nuevo del Comandante Ernesto “Che” Guevara .
En este proceso participaban dirigentes obreros como Agustín Tosco, Atilio López, Gregorio Flores, René Salamanca, Jorge Di Pasquale y Enrique “Quique “Juarez, entre muchos otros, intelectuales y artistas realmente comprometidos como Rodolfo Walsh, Ricardo Carpani, Emilio Mariano Jáuregui, periodistas, estudiantes, campesinos, sacerdotes tercermundistas.
Este se daba en un contexto internacional favorable que había comenzado en los 50 con la derrota de las tropas norteamericanas en Corea en 1953 y de los franceses en Vietnam en 1954, la Revolución Cubana en 1959, la Revolución Argelina en 1962, el enfrentamiento del pueblo en armas en 1965 en la Republica Dominicana resistiendo la invasión de tropas estadounidenses, el derrocamiento de la monarquía en Libia en 1970 y el crecimiento de los movimientos guerrilleros en Angola, Mozambique y Guinea Bissau, entre otros.
A ello se sumaban, en el propio corazón del imperio, más precisamente en la universidad de Berkeley en San Francisco –Estado de California - docentes e intelectuales de esa nación que daban a conocer un Manifiesto en el que denunciaban al colonialismo, el racismo y la discriminación, en todas sus formas, planteando un nuevo rol de las altas casas de estudio.
Por su lado, en París y otras capitales europeas se movilizaban obreros y estudiantes con consignas como “Prohibido-Prohibir “ – y “De la Imaginación al Poder “ cuestionando el papel que jugaban las naciones europeas como furgón de cola de los Estados Unidos y el rol de las dirigencias políticas tradicionales.
En nuestro Continente, bajo la inspiración de la Cuba Revolucionaria y Socialista, surgían organizaciones armadas en Guatemala, El Salvador, y Nicaragua e incorporaban la metodología de la guerrilla urbana, los “Tupamaros”, en la patria de Artigas.
Todos estos cambios también se reflejaban en lo cultural y se expresaban, en el cine con el surgimiento del “realismo italiano” y de la “nueva ola francesa” y en la música con la aparición de Los Beatles.
Volviendo a nuestro país, las elecciones de 1973 determinaron que compañeros del peronismo revolucionario, sin abandonar las armas, lograran lugares destacados en la estructura institucional -gobernaciones, diputaciones y cargos en la administración nacional del estado, a lo que sumaba la predisposición, y simpatía del Presidente electo Héctor Cámpora, por esta corriente.
Esta situación aumentó la tensión y la preocupación de las clases dominantes que tomaron una decisión, sumamente audaz, que contó con el apoyo de la dirigencia del “sindicalismo de negocios” que estaba cada vez más cuestionada por las bases obreras y de la fracción burguesa del Movimiento.
Estos iniciaron urgentes tratativas con el General Perón para lograr su retorno pactado, a los efectos que el mismo se transformara en el freno del desarrollo del Movimiento popular y revolucionario y le restara apoyo a este, iniciando el camino del aniquilamiento de las organizaciones que lo componían.
El “Líder”, cuyo retorno había sido la bandera que levantara el conjunto del proletariado peronista y de los que militamos en ese movimiento durante 18 años, negocia con el partido militar su regreso al país y al gobierno.
Se presentaba como la mejor “carta“ para asegurar la estabilidad del capitalismo.
Fue por su “iniciativa” que se constituyó la siniestra "Triple A“, que regó de cadáveres de militantes populares el territorio nacional.
Esta conducta del “Viejo” fue la partida de defunción de este Movimiento que nunca más representaría y expresaría los intereses populares y que lo transformó en un partido del sistema cuyo objetivo principal es disciplinar a los que cuestionan la explotación del hombre por el hombre y la dependencia.
Antes de esta época y, en esa década, se había producido el secuestro y la desaparición del compañero de mi hermana Susana -Luis Enrique Pujals- amigo y compañero entrañable, y los fusilamientos de los detenidos, luego de la fuga del Penal de Rawson, en una base naval.
Estos hechos me llenaron de angustia y me recordaron un mensaje del Che que señalaba “en una Revolución si es verdadera se triunfa o se muere“.
El golpe de marzo del 76, el asesinato de Susana , del que aún no me he podido recomponer, y la caída en combate de nuestro Secretario General y Comandante Mario Roberto Santucho, junto con Benito Urteaga, el “gringo” Menna y sus compañeras, me mostraron que en este proceso de salvaje represión y de terrorismo de estado había más “noche y niebla” que amaneceres, lo que determinó que, por decisión de la dirección, debiera iniciar el camino del exilio.
Como siguió este proceso y que pasó con el movimiento revolucionario lo veremos en la Segunda parte de esta saga.
La pregunta que nos hacemos permanentemente es “si valió la pena“ y la respuesta es que sí, fue un intento de “tomar el cielo con las manos” que dejará enseñanzas importantes, para que las generaciones venideras no incurran en nuestros errores.

*Abogado, ex Director del diario “El Mundo“ y de las revistas “Nuevo Hombre“ y “Diciembre 20”
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