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Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
De Lisette a Lavié el tango perdurable

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Fecha:28/07/2016 9:45:00 
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Lisette es el nombre de una jovencita que actuó, el reciente fin de semana, en la 33 edición del Festival del Tango de la ciudad de La Falda, provincia de Córdoba. En el mismo escenario, al día siguiente, cantó Raúl Lavié, que hace casi seis décadas comenzó a abrirse paso en el universo de los intérpretes populares. La propuesta cultural fue trasmitida por la televisión pública y nos permitió apreciar la confluencia generacional, necesaria para resguardar y ampliar el patrimonio colectivo de música, poesía y artistas de alta calidad.

El sábado 23 de julio no tenía noticia de que estaba en curso el Festival del Tango, que por primera vez se realizó en 1965. Operé el control remoto, con la expectativa de encontrar, a la medianoche, una buena película. Al pasar por el canal del Estado, vi a Javier Calamaro, encarando el tramo final de Yira-Yira: “Aunque te quiebre la vida, / aunque te muerda un dolor, / no esperes nunca una ayuda, / ni una mano, ni u favor”. La gráfica en la pantalla avisaba que la emisión era en vivo, el lugar de origen de las imágenes, el intérprete en acción, el título del tema y la identidad de autor/autores, como corresponde. Ahí me planté, hasta las dos de la mañana.
Silvio Soldán anunció a la orquesta de Osvaldo Piro, bandoneonista de mérito, con una conformación numerosa y el canto de una de sus hijas, Ligia Piro, que ofreció el tango que prefiere, acerca de la Malena de los ojos tan oscuros como el olvido. Después fue el turno del Quinteto Real, conducido por César Salgán, el primogénito del fundador de edad centenaria, don Horacio Salgán, creador del inmejorable A Fuego Lento, escuchado con unción por el público que agotó las entradas en el anfiteatro Carlos Gardel, calefaccionado por el aplauso cerrado.

Como pidiendo permiso ingresó en escena Lisette. Se sentó, tomó el bandoneón, irradió la música y dijo los versos de un tango dedicado al Festival de La Falda. Enseguida acomodó el violín bajo el mentón y extrajo las notas de Silbando, sólo la música de Sebastián Piana. Luego rumbeó hacia el piano y enunció el homenaje a Mariano Mores, tocando y entonando ¡Uno!...: “Si yo tuviera el corazón… / el mismo que perdí…/ Si olvidara a la que ayer / lo destrozó y pudiera amarte… / me abrazaría a la ilusión / para llorar tu amor”. El clásico de Mores y Enrique Santos Discépolo, estrenado en 1943, fue entendido por Lisette y comunicado con la voz fresca, sin espectacularidad impostada. Para despedirse, acompañado de cello y guitarra, por si algo faltaba agasajó a su profesor de bandoneón, Carlos Nieto, con un tango de la propia adolescente discípula. Los datos complementarios señalan que Lisette nació el 21 de enero de 2000, en la ciudad de Córdoba, en el seno de la familia Grosso Schmid. A los dos años recibió un violín de juguete y a los cuatro uno de verdad. Niña precoz, consolidada por el estudio teórico y la práctica de sus versátiles avances en un instituto de San Francisco y en un coro que sirve de escuela. Ya anda por convocatorias trascendentes y si no pasa algo raro, auguro una pronta fama, que no será puro cuento para la bien aprendida Lisette.

La jornada fue culminada por Adriana Varela. Valió la pena para oír su impecable versión de Afiches (1956), de Homero Expósito y Atilio Stampone: “Cruel en el cartel, / la propaganda cruel en el cartel, / y en el fetiche de un afiche de papel / se vende una ilusión, / se rifa el corazón (…). Ni una butaca quedó vacía en el Anfiteatro Carlos Gardel. Antes de cortar el programa, el canal estatal prometió reconectarse con La Falda, el domingo a las 24 horas. Por eso pude agendar la cita.

Arrancó Raúl Lavié, canoso, engrosado el cuerpo, entera la garganta y la profesionalidad. El repertorio fue a gusto del criterio festivalero, de recurrir a lo que espera la audiencia. Abrió con Toda mi Vida, de José María Contursi y Aníbal Troilo: “Hoy después de tanto tiempo / de no verte / de no hablarte, / ya cansado de buscarte / siempre… siempre (…)”. Sin pausa oratoria, vinieron Como Dos Extraños, Naranjo en Flor y El Corazón al Sur, de Eladia Blázquez: “(…) Mi viejo fue una abeja en la colmena, / las manos limpias, el alma buena (,,,)” Con la Bicicleta Blanca, tendió el puente hacia Astor Piazzolla y Hugo Ferrer, pidiéndole a un Flaco que no pierda la fe. La sorpresa fue Mano a Mano, en trámite cuartetero con la ayuda de una pista deficiente, que en parte frustró el objetivo de divertir.

De Sur se hicieron decenas de versiones. En el podio de los aciertos hay que ubicar el arreglo que Rodolfo Mederos ofreció en La Falda el 24 de julio. El bandoneón sonó como lo quería Troilo, reflejo de ideas musicales. Con Mederos casi sin mover los antebrazos los dedos buscando la tecla justa para la melodía que Homero Manzi ilustró con palabras. El silencio en la sala se fortaleció, en señal de respeto al intérprete, fiel a la filosofía troiliana. El aplauso se contuvo un instante para irrumpir vigoroso, por varios minutos. Complementado por contrabajo y guitarra, Mederos completó su participación con el delicioso vals Romance de Barrio, la milonga La Trampera y el chamamé Merceditas.

Por fin llegó Luis Salinas. La guitarra, a la que se sumó la de su hijo Juan, más piano, cajón peruano y bajo. En cada composición, la incursión por la geografía musical, sin perder de vista el eje melódico de El Día que me Quieras, Garúa, Milonga Sentimental y Nada, por ejemplo. Broche expresivo, virtuoso, con Salinas susurrando los versos de Nada, de Horacio Sanguinetti y José Dames: “(…) Dónde estás… para decirte / que hoy he vuelto arrepentido / a buscar tu amor”.
En el festival hubo bailarines argentinos, de Colombia y de Puerto Rico. Predominaron los trucos con revoleos de piernas y la gestualidad exagerada para mi gusto, nostalgioso de la elegancia de Pocho Fontelles y de Virulazo. Igual disfruté con la danza de La Mariposa, grabada por la gran orquesta de Osvaldo Pugliese, fallecido el 25 de julio de 1995.

El tango contiene un alto porcentaje de los deseos, sufrimientos, alegrías y frustraciones, que exceden los sentimientos del porteño para tener alcance nacional. La historia, la sociología, la antropología, la filosofía pueden servirse del tango para la labor académica. La elaboración literaria y el interés lingüístico, no deberían desechar al tango, que es paciente y generoso para invitar con palabras de Eladia Blázquez:

Vení, charlemos, sentate un poco,
no ves que sos mi semejante,
a ver, probemos, hermano loco,
salvar el alma cuanto antes,
es un asombro tener tu hombro
y es un milagro la ternura,
sentir tu mano fraternal,
saber que siempre para vos,
el bien es bien y el mal es mal


*Periodista - Escritor
Publicado el 18 de julio de 2016
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