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Municipalidad de Parana

Por Guillermo Alfieri*
Crónicas en Claroscuro
 
Luis Alberto Romero, por su propio mérito

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Fecha:23/11/2016 11:06:00 
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Lo cuento como ocurrió. El reciente domingo, con el primer mate de la jornada, el noticiero radial me informó que se celebraba el Día Internacional del Niño. Los comentarios al respecto, trazaron un panorama que confirma lo tanto que falta para que estén en vigencia esenciales derechos universales de la infancia. Por esa asociación de ideas que no tiene explicación inmediata, recordé el apodo Cosita que, sin molestia del interesado, todavía identifica a Luis Alberto Romero, nacido el 18 de abril de 1960. Por su generosidad, pude recoger y editar su microhistoria de vida, transcurrida desde la periferia social, cuando extendía su mano y preguntaba: “¿Tiene una cosita pa’ comer?” Con esa plataforma de riesgo, Cosita Romero contrarió a la resignación, caminó con intuición fortalecida por el estudio de temas trascendentes sin prejuicios y con actitud de hacer con los demás.

Se crió en el barrio de Las Ranas, en calles como 25 de Mayo y Cura Álvarez. Cerca de la terminal de ómnibus, en la que el papá era changarín, para ganar el pan y vino cotidiano. A la vez, Cosita recaudaba monedas para contribuir al economato familiar. Un buen hombre, Gonzalito, le enseñó a respetar al río y a encontrar lombrices, canjeadas por pescados. A diferencia de sus abuelos y padres, Cosita aprendió a leer y escribir. Sobre todo, a pensar.
Dijo en una entrevista que mantuvimos en 2007, que el diálogo es un valor cultural, que debería fomentarse en la educación básica. Sin considerarse experto, propuso que en el nivel primario se habilitaran espacios para la conversación sobre un tema cualquiera, para cultivar la argumentación y el respetuoso escuchar de opiniones ajenas, con rechazo al interés de ganar discusiones y priorizar la coincidencia para superar los problemas planteados, a partir de comprender lo que nos pasa.

Cuando se mudó al barrio Maccarone hizo el rancho precario, especialmente para contener la ventolera que perturbaba a su esposa, Rosa Moreyra, y a los hijos que iban llegando. Supuso que el sur era la tierra prometida y emprendió viaje con un amigo y compadre, Julio Clavería. Expedición larga, con la seña del dedo para requerir la solidaridad de camioneros. Justo el día que Cosita Romero cumplió 22 años de edad, arribaron a Tierra del Fuego. Desempeñaron tareas diversas. Cosita ingresó como operario en industria electrónica y en dos años ascendió a oficial especializado en ajustar el color de 570 televisores que se producían diariamente. Sueldo alto, que permitió reunir a la familia y edificar casa confortable, con apoyo de los ingresos por empleo de Rosa Moreyra. La mala fe de la patronal, en complicidad con gremialistas adocenados, conspiraron para cesantear a Cosita Romero, que lideraba reclamo de sus compañeros. Respondiendo a la consigna de exclusión, no hubo alternativa de trabajo en Tierra del Fuego.
En 1988 fue el regreso al Maccarone, con un pequeño capital en el bolsillo pero el rancho intrusado por una mujer, madre de cinco hijos. Cosita Romero saludó a la señora y le deseó la mejor de las suertes. Con otros sin techo, ubicaron un baldío, lo parcelaron en 17 unidades y emprendieron la construcción conjunta de viviendas de material, a ritmo acelerado. El reciente domingo, llamé al teléfono fijo de Cosita Romero, número que no marcaba desde hace tiempo. No se imagina habitar fuera del Maccarone, por decisión que rebate los prejuicios, de los que miran por sobre el hombro de la hipocresía urbana.

La hiperinflación fundió la distribuidora de frutas y verduras, armada por Cosita Romero al retorno del sur. La emergencia fue suplida al retomar la cualidad del pescador, inmerso en un singular ecosistema. A la intuición la fortaleció con el estudio de categorías, con el ánimo de asumir que el ambiente no debe ser maltratado por la ambición humana. Con convicción estrechó filas con la oposición a levantar represas en el Paraná Medio. Su voz se escuchó en los debates y el nombre adquirió relieve cuando con Raúl Rocco hicieron la remada desde el pie de Yaciretá hasta la capital de Entre Ríos, con paradas en islas en las que aullaban los monos Carayá y el yacaré mostraba sus fauces, para improvisar veloces corredores de 350 metros empantanados, para huir del peligroso reptil, en 1996.
Por la intensa movilización popular de entonces, amaneció la ley anti-represas que está en vigencia en Entre Ríos. También surgieron los Baqueanos del Río, organización de vecinos de Puerto Sánchez, Maccarone y Los Arenales. Cosita Romero dejó de pescar para acompañar el desafío de ser el guía que muestra lo que sabe sobre el paisaje, la naturaleza, la historia, los usos y las costumbres. Los Baqueanos del Río están en pausa de acción, a la espera de resolución de un trámite pendiente. Mientras tanto, Cosita Romero ingresa ideas en su computadora. Por ejemplo: si tenés plomo convertilo en plomada para sacar mejor rédito si tenés cobre hacé arandelas de material conductor de energía. Es como una sintética clase sobre valor agregado.
Los Cosita del siglo XXI merecen la oportunidad de ganarse el ser como Luis Alberto Romero: un tipo que le mete pasión a lo que hay que hacer, convencido de que no puede pasar por la vida como si nada, como un número más, sin iniciativas, sin siquiera emitir opinión acerca de lo que se contempla, sin jugarse por las causas justas.

*Periodista - Escritor
Publicado el 24 de noviembre de 2016
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