Un viaje hacia las utopías revolucionarias. Segunda Parte VII. "Un cambio en la historia que no fue"
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Por Manuel Justo Gaggero*
Un viaje hacia las utopías revolucionarias. Segunda Parte VII. "Un cambio en la historia que no fue"
 
En todos los casos los encuentros con Ricardo – el nombre de guerra de Gorriarán Merlo – eran enriquecedores y positivos y encerraban sorpresas que se debelaban en ese momento.

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Fecha:02/03/2017 11:33:00 
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Más aun cuando este se daba en Madrid como lo he empezado describiendo en la nota anterior de esta saga.
Sentía hacia él un gran afecto ya que sabía de su fuerte relación con Susana y Luis Pujals con los que había compartido una casa en Rosario en los comienzos de la formación del ERP.
En la militancia del Partido y de las organizaciones revolucionarias tenía la imagen de “fierrero”, decían que priorizaba la actividad armada sobre la política yo tenía claro que no era sí.
Por eso lo habíamos invitado al encuentro del peronismo revolucionario que llevamos a cabo en 1972, a pocos meses de la fuga del Penal de Rawson de la que había sido uno de los protagonistas.
El mismo se llevó a cabo en el Convento de los Benedictinos en Victoria cuyo Director estaba vinculado al Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo cuya Secretaria General estaba a cargo de Miguel Ramondetti, que participó en esta reunión.
Esta ciudad de mi provincia era conocida como la “pequeña Roma”- por las siete cuchillas que la rodean.
En esa oportunidad escuchó nuestros debates y al final expresó su punto de vista y la de la dirección del PRT frente a el inminente proceso electoral enmarcado en la “retirada ordenada“ del partido militar.
Reconocía que nuestra decisión era complicada ya que era evidente que llevaríamos candidatos en todos los cargos electivos.
Coincidente con ello los compañeros de Montoneros nos habían propuesto que nomináramos precandidatos en nuestra Provincia.
La historia luego se desarrolló como lo henos narrado en la primera parte de esta saga.
El “Pelado” me planteo que ese día, en el año 1977, se llevaría a cabo un operativo del ERP que podía cambiar el curso de los acontecimientos y podría adelantar nuestro regreso a la Patria.
“No te puedo dar ningún detalle ya que alteraría el necesario secreto de esta operación que le hemos puesto el nombre de “Gaviota”, me señaló y quedamos en encontrarnos a la noche, antes de cenar, en un bar con televisión en el barrio de Tribunales en la capital madrileña.
Nosotros les habíamos agradecido la generosa hospitalidad de ofrecernos su casa a Liliana y Gustavo pero decidimos irnos a vivir, temporalmente, en una pensión en ese barrio hasta que viajáramos a Francia. Nos instalamos los cinco, más mi madre, en dos habitaciones.
El lugar era precario pero estaba al alcance de nuestros magros recursos. Almorzábamos y cenábamos en un comedor popular cerca de la misma.
Tal cómo lo acordamos, a las nueve de la noche, nos encontramos en un bar de “tapas” de la zona.
Comenzó el informativo con muchas noticias sobre Europa y finalmente el locutor, con voz grave, anunció que había fracasado un atentado contra el Dictador argentino Jorge Rafael Videla.
Recuerdo la imagen del rostro de Ricardo y la sensación de tristeza que nos invadió a ambos.
Me empezó a contar como se había planificado esta acción desde hacía varios meses.
Comenzó diciendo: “un compañero nos trajo la información que había túneles debajo de la pista del Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires y a ellos se podía ingresar con una pequeña embarcación “.
“La idea era producir una explosión, en un sector de la pista, en el momento exacto en que pasara el avión que conducía al Dictador eso generaría algo así como un vacío en el aire, y provocaría la caída de la aeronave”.
“Uno de los compañeros que intervendría era experto en explosivos Alberto Strejer– le decíamos “La Tía- seguía relatando Ricardo. Este había estado preso con nosotros en el 72.
Tiempo después se transformó en unos de los treinta mil desaparecidos por su actividad revolucionaria.
"Nosotros siempre habíamos usado con mesura los explosivos para tratar de evitar que afectara a terceras personas“, siguió describiendo nuestro interlocutor.
La planificación había culminado con la colocación de, aproximadamente,100 kilos de trotyl, una parte al costado de la pista y otra en el medio, unidos por una conexión eléctrica con cables.
Los otros dos compañeros que participaron en la acción estuvieron durante dos meses observando desde las gradas de un estadio cercano el despegue de los aviones y calculando en que momento había que accionar el dispositivo.
"Finalmente el día en que se había anunciado el viaje del Dictador con prácticamente todo su gabinete y algunos empresarios afines al gobierno militar, se apretó el disparador cuando inició la salida el avión presidencial, pero lamentablemente", siguió diciendo el Pelado, "sólo explotó la carga del costado de la pista que fue insuficiente para provocar la caída”.
Luego de su relato ambos nos quedamos callados.
Creo que pensábamos que se había perdido una oportunidad histórica para que estos genocidas fueran castigados por sus crímenes.
La pregunta era: ¿hubiera cambiado la historia si el atentado hubiera tenido éxito?.
Los hechos históricos son como se presentan y es difícil predecir qué hubiera pasado.
Nos despedimos con un fuerte abrazo.
Posiblemente al día siguiente nos veríamos nuevamente en el comedor.
Mi madre venía insistiendo que quería volverse porque tenía que ocuparse de Enriquito-el hijo de Susana y Luis.
Nosotros le decíamos que se quedara que aprovechara para visitar museos y conocer más a fondo la capital española.
Para reforzar nuestra argumentación le dije que la organización estaba carente de fondos y que no había dinero, por ahora, para su pasaje.
Cuándo lo vió al “Pelado” en el comedor, directamente lo increpó diciéndole que como se negaban a darle el dinero para volver siendo que estaba su nieto en la Argentina.
Este no entendía nada y me miraba inquisitorialmente y le dijo “no se preocupe Susana mañana tendrá el dinero para viajar o esta noche. Vaya reservando el pasaje".
Así fue, y unos días después la acompañamos al aeropuerto. Sabíamos que posiblemente pasarían muchos años hasta que nos volviéramos a encontrar.
Luego comenzamos a preparar nuestro viaje a París ciudad en la que el Partido consideraba que nos debíamos instalar.
La idea no nos gustaba demasiado ya que Madrid nos parecía el lugar más indicado para vivir, sin ninguna dificultad con el idioma. Además, los españoles nos sorprendían permanentemente con muestras de solidaridad.
¿Qué pasó en la ciudad “que bien vale una misa”?.
¿Cómo resolver mi creciente malestar físico?.
Estos y otros temas los abordaremos en la próxima nota de esta saga.

*Abogado, ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”
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