Inflación: no aciertan con la medicina y se demora la salida de la recesión
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El obstáculo principal es la persistencia del déficit fiscal
Inflación: no aciertan con la medicina y se demora la salida de la recesión
 
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El ministro de la Producción, Francisco Cabrera, está preocupado por el impacto del atraso cambiario en la industria.

El ajuste monetario del Central va a contramano del gradualismo fiscal. No se cumplirá con la meta de inflación ni la de crecimiento en el 2017. El desequilibrio fiscal atenta contra los objetivos de inflación.

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Fecha:18/04/2017 9:47:00 
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La mayoría de los conflictos de pareja suelen ocurrir por cuestiones de "timing". Uno quiere casarse y el otro prefiere esperar, si tener los hijos ya o más adelante o cuál es el mejor momento para tomar vacaciones. Algo parecido sucede con el Banco Central y el equipo económico: los tiempos son diferentes, lo que lleva a inevitables choques. Mientras que Federico Sturzenegger está apurado por llevar adelante su plan, que consiste en bajar la inflación, el equipo económico se muestra mucho más perezoso a la hora de bajar el déficit fiscal.
Esta falta de coordinación que está presente desde el primer día del Gobierno de Mauricio Macri sigue complicando la salida de la recesión.
Las elevadas tasas de interés impedirán que el consumo despegue como se había pronosticado este año. Y eso vuelve casi imposible de cumplir la meta de 3,5% de crecimiento prevista para este año. El 17% de inflación como tope para este año ya pasó a la historia, salvo para el directorio del Central.
Los últimos números de inflación dejaron en claro que se trata de un problema que aún está lejos de resolverse. No sólo hubo aumentos de tarifas, sino que subieron todos los precios, incluyendo los alimentos (nada menos que 3% en marzo). La buena noticia es que el termómetro ahora funciona, a partir de la recuperación del INDEC. Contar con el diagnóstico adecuado es imprescindible para atender al paciente. Pero no significa curarlo.
Ahora llega la parte más compleja, que es dar con la medicina adecuada para curar la fiebre. El titular del BCRA eligió un sistema novedoso para la Argentina: metas de inflación, que tienen como único instrumento para alcanzar su objetivo el manejo de las tasas de interés. La razón por la cual se eligió este sistema la reitera una y otra vez Sturzenegger: es lo que funcionó en todo el mundo, incluyendo países de la región como Colombia, Perú, Chile y Brasil, que en todos los casos consiguieron bajar la inflación a un dígito en forma sostenida. "Si funcionó en esos países, ¿por qué no va a servir en la Argentina?", se pregunta en público el funcionario cada vez que tiene una oportunidad de defender su plan.
Dentro de esta lógica, la respuesta mecánica ante el repunte de la inflación no podía ser otra que subir las tasas. Así funciona en todos los países "normales". Claro que la economía argentina aún está lejos de esa "normalidad". Por lo pronto, la medicina elegida tiene efectos colaterales. No muy distinto a tomar un remedio para bajar la fiebre que genera una úlcera si la dosis es excesiva.
El aumento de las tasas de interés tiene como consecuencia también un efecto secundario no deseado: una exagerada apreciación cambiaria. Con rendimientos tan atractivos en moneda local se produce un fuerte ingreso de capitales del exterior que tiene como objetivo aprovechar la "bicicleta financiera". Le pasó a Brasil durante toda la década pasada. Por eso el tipo de cambio está planchado hace un año, a pesar de que la inflación acumulada en los últimos 12 meses todavía supera el 33%.
El ingreso de "capital golondrina" no tiene beneficios para la economía pero sí costos. Como el dólar está lejos de seguir a la inflación, la Argentina se encarece en dólares y agrava la crisis que ya hoy vive el sector comercial e industrial. A mediados del año pasado el ministro de Producción, Francisco "Pancho" Cabrera, ya había expresado su malestar por un atraso cambiario incipiente. Ahora prefiere no opinar del tema bajo el riesgo de terminar como sus ex colegas Alfonso Prat-Gay y Carlos Melconian.
Volviendo al esquema de "metas de inflación", la Argentina enfrenta dos problemas que dificultan su funcionamiento. Uno de ellos es el ajuste de tarifas luego de 15 años de congelamiento durante el gobierno kirchnerista. Los incrementos no sólo aumentan de manera directa el índice de precios al consumidor, sino también indirecta. Podría inferirse que los alimentos siguen aumentando porque los supermercados y autoservicios deben trasladarle a los clientes el costo de la luz y el gas, lo que recalienta aún más los precios.
Pero el obstáculo principal es, en realidad, la persistencia del déficit fiscal. Hasta ahora, de hecho, no hay señal alguna de moderación del gasto o de reducción del rojo, más allá del horizonte planteado en el inicio de su gestión por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. El funcionario decidió ir todavía más lento. La promesa de "déficit cero" ya no se cumplirá en el 2019, sino recién en el 2021 con viento a favor.
Mientras tanto hay que salir a tomar altos niveles de deuda y depender del Banco Central. El sector público (Nación y provincias) tiene 11.000 millones de dólares depositados en el sistema financiero local producto de sus últimas emisiones de bonos. Pero en los próximos meses esas divisas serán pasadas a pesos para pagar sueldos o hacer obras. Y quien tendrá que salir a comprar esos dólares es el propio BCRA, que inyectará una gran cantidad de pesos en la economía. Sin contar los 120.000 millones de pesos adicionales que comprometió para ayudar al Tesoro a lo largo del año.
Luego el propio Central se verá obligado a pasar la aspiradora. Los números son cada vez más inquietantes. Entre LEBAC y pases pasivos –que se utilizan para absorber los pesos excedentes- ya lleva colocados $ 900.000. A una tasa del 25%, le cuesta a la entidad nada menos que $ 225.000 millones anuales, o unos 15.000 millones de dólares.
Es que la dureza monetaria mezclada con un extremo gradualismo fiscal genera consecuencias extrañas. Si bien el BCRA mantiene altas tasas de interés, igual sigue en aumento la cantidad de dinero que circula en la economía. El crecimiento a un ritmo de 30% interanual parece incompatible con la necesidad de bajar la inflación al 17% este año. "Creemos que la gente quiere más dinero en el bolsillo porque la actividad se está reactivando", es la explicación que daban hace un par de meses. Una afirmación que hoy resulta difícil de sostener.
"Es sorprendente la cantidad de defensores que tiene la inflación en nuestro país", se quejó el propio titular del Central a través de su cuenta en Twitter el fin de semana. Así salió a contestar las críticas que le hicieron desde distintos sectores (industriales, opositores y dentro del propio Gobierno) por los últimos aumentos de las tasas y su impacto en la actividad económica.
Pero el Presidente Mauricio Macri y Sturzenegger están juntos a la hora de sostener la principal "idea fuerza" del plan económico: no hay nada más reactivante que bajar la inflación. La evidencia del mundo de los últimos 50 años le dan la razón. Pero aún falta encontrar la medicación y la dosis adecuada para lograrlo.

El desequilibrio fiscal atenta contra los objetivos de inflación
Estudios privados coinciden en que el pronunciado rojo de las cuentas públicas es el principal obstáculo contra la meta de inflación propuesta por el BCRA de 17% anual.
Para el Gobierno el margen de maniobra se acota entre una inflación inferior a la de 2016, pero superior a la meta prevista por el Banco Central, y un crecimiento económico que dependerá de la laxitud del ajuste fiscal.
Bajar más la inflación demandará tasas de interés aún más altas, pero enfriará la recuperación. El Banco Central tomó una decisión audaz la semana pasada: incrementar los rendimientos de referencia a 26,25% anual ante la persistente alza de precios.
En simultáneo, la necesidad de un rebote de la economía en el año electoral pone a prueba los pronósticos oficiales y privados. Una emisión de deuda pública por unos USD 15.000 millones en los primeros cuatro meses del año garantiza al Ministerio de Finanzas los fondos para que el Gobierno pueda eludir un ajuste profundo en el presupuesto.
Pero la Argentina se está endeudando a tasas altas, de 7,6% anual en dólares y 26,25% en pesos, y los especialistas empiezan a alertar sobre la inconveniencia de mantener esta estrategia luego de las elecciones de medio término.
El Índice de Equilibrio Fiscal (IEF) del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano retrocedió en febrero un 15,3% respecto de enero y cayó a 82 puntos. Dicho índice se calcula como el cociente entre los gastos primarios corrientes y de capital y los ingresos tanto corrientes como de capital, donde el valor 100 indica una situación equilibrada.
El CENE indicó que por debajo se replica el nivel de déficit de las cuentas públicas. "Desaparecido gran parte del aporte temporario del blanqueo fiscal, las cuentas públicas experimentaron una nueva desmejora", refirió.
"La caída en el IEF es producto de una merma de un 20% en los ingresos fiscales, mientras que los gastos también disminuyeron, pero en menor proporción: tan sólo en un 5,3 por ciento", añadió el informe.
"Esto es producto del fuerte aumento registrado en las prestaciones sociales por efecto del Programa Nacional de Reparación Histórica para Jubilados y Pensionados. También crecieron los gastos de capital, en particular los vinculados a vivienda y urbanismo", precisó Víctor Beker, director del CENE.
Así como los indicadores que reafirman la salida de la recesión tardan en consolidarse, en el mismo sentido la desaceleración de los precios es más lenta y errática que lo previsto en los lineamientos de la política monetaria del BCRA, en particular por el impacto del incremento de los precios regulados.
"La inflación volvió a mostrar una escalada en el primer trimestre como consecuencia del ajuste de tarifas, pero no desacelerará hasta que el Gobierno logre reducir el déficit fiscal", señaló el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA).
El BCRA estableció un rango de aumento de precios entre el 12 y el 17 por ciento este año, mientras que después del 2,4% de aumento del IPC del INDEC en marzo, la escalada inflacionaria se mantiene entre un 27% y un 28% anualizado según los resultados del comienzo del año.
"El Índice de Precios al Consumidor del INDEC incrementó 2,4% mensual en marzo, en parte debido al aumento del 34% en las tarifas de electricidad. La inflación núcleo fue 1,8% en el mes, sugiriendo un efecto de segundo orden de los aumentos de luz y gas persistentes", resumió un reporte de Puente SA.
El Gobierno acelera el gasto y el BCRA aplica el freno con el endurecimiento monetario, en un juego de suma cero, inflación más alta que lo estipulado y un crecimiento bajo y aún inconsistente. Para IDESA, "se adoptó una meta de inflación que exige una reducción de gasto público mucho más rápida y profunda que la que se viene aplicando".
La consultora que dirige Jorge Colina comparó el nivel de déficit fiscal en períodos recientes y su relación con la tasa de inflación. Detalló que entre los años 2009 y 2013 la inflación fue del 23% anual y el déficit fiscal alcanzó en promedio al 3% anual. Entre 2014 y 2016, con un rojo promedio de 6% la inflación se expandió a 36% anual. "Para el año 2017 la meta de inflación es de entre el 12% y 17% anual pero en el primer bimestre el déficit fiscal se ubicó por encima del 6% del PBI", apuntó.
"Estos datos sugieren una cierta correlación entre la magnitud del déficit fiscal y la tasa de inflación –continuó el informe de IDESA-. Ciertamente que no se trata de una proporcionalidad directa ya que la inflación depende de muchos factores, además del fiscal. Pero los órdenes de magnitud señalan una visible contradicción entre el tamaño y la tendencia del déficit fiscal y el objetivo de que la inflación no supere el 17% anual".

Fuente Infobae
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